Hay un antiguo cuento judío que ilustra los tristes efectos de los chismes.
Aunque existen diversas versiones, todas vienen a decir lo siguiente:
Había una vez un hombre que estuvo contando mentiras acerca del sabio del pueblo.
Con el tiempo, aquel chismoso se dio cuenta de que había actuado mal.
Fue a pedirle perdón al sabio y le preguntó cómo podía corregir el error.
El sabio le pidió una sola cosa:
Tenía que agarrar una almohada, abrirla con un cuchillo y esparcir al viento las plumas que tenía
adentro.
El chismoso se quedó extrañado, pero decidió complacerle. Luego volvió a ver al sabio y le
pregunto:
- ¿Ya estoy perdonado?
—Primero tienes que ir a recoger todas las plumas —respondió el sabio.
—¡Pero eso es imposible! El viento ya las ha dispersado—protestó el chismoso.
—Pues igual de imposible es deshacer el daño que has causado con tus palabras —concluyo el
sabio.
La lección no puede estar más clara: una vez que dejamos salir las palabras, no podemos
recuperarlas, y a menudo nos resulta imposible arreglar el daño que causan.
Por eso, antes de contar cualquier cosa sobre alguien, recordemos que estamos a punto de soltar
plumas al viento. (Proverbios 15:28.)
¿Te gusta soltar plumas al viento?
Publicado en la Atalaya 15/Jul/2011 Evitemos seguir a satanás esparciendo chismes
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