La Tienda de Dios
Y a Dios se le ocurrió en este tiempo instalar una tienda en el principal centro comercial de la ciudad, en la cual, quien necesitara algo en la vida lo pudiera adquirir ahí, en una tienda elegante, con personal celestial atento a las necesidades de los clientes. En ese lugar la gente podría comprar todo lo que necesitaba, ser amado, felicidad, alegría, riqueza material y todo lo que el hombre pudiera imaginar. Y llegó un cliente ambicioso que solicitó le levantaran su pedido:- ¿Qué desea, señor?
-Felicidad y amor.
- ¿Algo más? -le cuestionó el vendedor
¿Se puede pedir aún más? -respondió el cliente.
- Todo lo que usted necesite
-Pues mire, necesito además paz espiritual, prosperidad, alegría y sabiduría para comprender a los demás.
¿Eso es todo? -replicó el vendedor.
-Sorprendido el comprador agregó: Si además todo lo que he pedido se lo pudieran entregar también a mis amigos, a todo el personal de mi empresa y de ser factible a mi comunidad, a mi país y todo el mundo -el vendedor cerró el pedido y le entregó al cliente su mercancía en un pequeño sobre. El cliente escéptico, recibió el pequeño sobre y exclamó-:
- ¿Es todo lo que va a entregarme?
- Y el vendedor le respondió: Usted no ha entendido la filosofía de nuestra tienda: aquí vendemos semillas y no frutos, a usted corresponde pagar el precio de su pedido, deberá sembrarlas en tierra fértil, cuidarlas, podarlas y vigilar cuidadosamente su crecimiento, y si usted tiene la paciencia, el cariño y la pasión que requieren estas semillas, darán el fruto que usted desea para toda la humanidad.
Eclesiastés 11:6 se anima al sembrador de la semilla: “Por la mañana siembra tu semilla, y hasta el atardecer no dejes descansar la mano; pues no sabes dónde tendrá éxito esto, aquí o allí, o si ambos a la par serán buenos”.
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